viernes, 7 de mayo de 2010

JUSTICIA EN VIDA


En pleno año 1994, tuve que tocar en uno de los salones de la disco Broadway, en las afueras de Santiago. Creo que era un evento grande, duraba todo el día, de hecho yo llegué al lugar a probar sonido cerca de las diez de la mañana.

Ese día, en otro salón, había otro show distinto y quise ir a presenciarlo. Era lo más parecido al ya casi extinto “café – concert”. La aún joven pareja conformada por Marilú Cuevas y Oscar Olavarría (de los tiempos de la Monona en los Valverde) seguía deleitando con sus diálogos. Esta vez y fuera de la televisión, el espectáculo fue increíble, rápido, atrevido y muy divertido.

Luego de haberme reído bastante, la función continuó, y aparecieron en escena Gladys del Río y Jorge Pedreros. Tal cual, otra pareja de actores del Jappening con Ja pero que, en esta ocasión, presentaban su propio show, usando como principal recurso publicar las clásicas desavenencias de un matrimonio ya experimentado y, sobre todo, aun unido.

Me reí mucho también con ellos, sin embargo me llamó la atención el final. Resulta que el final de su show era musical, Pedreros y su señora cantaban muchas canciones de la época de los sesenta con muco éxito (el público asistente era algo mayor, al menos para mi). El detalle, que al menos yo ya sabía, no así mis compañeros, era que todos esos temas eran composiciones del “Espinita”. Lo recuerdo por una razón muy especial.

Me pareció raro que él mismo tuviera que decir por micrófono que eran sus temas, lo cual inevitablemente se transformaba en aplausos, bastante merecidos por lo demás. Pero ¿por qué tenía él mismo que darse créditos?.

Hoy Jorge Pedreros ha estado muy delicado de salud, pero está aun vivo.

No he visto en televisión un respetuoso y merecido homenaje a su persona en vida. Creo que casi puedo ver a los editores de los canales de televisión recopilando información en estos momentos sobre él para parar un documental sobre su carrera en tiempo record. Pero Jorge está vivo. Qué tan difícil puede ser publicar una biografía como homenaje a un músico y comediante de aquellos últimos buenos que quedan en Chile.

Claro, acá los homenajes se hacen cuando el artista muere. El rol de las floristas en Recoleta es tirarle flores al ataúd, no hacer un ramo para llevarle al hospital para subirle el ánimo a un enfermo. Nadie quiere poner al aire la historia de un buen artista chileno, cuando es más importante el viaje de Angie Alvarado a Japón o la supuesta relación entre Schilling y la Raquel chica.

Por eso, desde que murió Guadalupe del Carmen me he cuestionado la muerte triste y solitaria de los artistas chilenos. El caso de Nino García es extremo y no seré yo quien lo exponga acá, me da terror que hablar de él me provoque acompañarlo.

Todo a raíz del fallecimiento de Lucho Barrios. Es verdad, era peruano, pero su carrera en Chile fue muy importante. Esta mañana leí un diario que decía que su salud estaba delicada y media hora atrás todos los canales de televisión me habían contado que él había muerto al amanecer.

Todos los noticieros prepararon notas sobre él, incluso vinculándolo con Valparaíso por su versión de La Joya del Pacífico. Hasta a vi a unos colegas de antiguos guitarreos cantando la Joya en honor a él. Los mismos a quienes vi en el cementerio, ebrios con las cajas de vino en la mano, caminado y cantando detrás del féretro de Jorge Farías tiempo atrás. Bueno, no los cuestionaré a ellos, ellos cantan y brindan y eso está bien.

Cuestiono la despreocupación por los vivos y la repentina y oportunista preocupación por los muertos. Me refiero a los artistas.

Jorge Pedreros está vivo, y hay muchos vivos más que merecen homenajes, reconocimientos, sobre todo de nosotros, las generaciones que aprendimos con ellos en los diferentes tipos de manifestaciones artísticas.

El mundo es así. Como cantó alguna vez en el Festival de Viña un joven, “...al final, las obras quedan, las gentes se van...”, no cuesta nada darles las gracias y que ellos tengan conciencia de que lo hicimos, no hacerlo sobre sus lápidas o en las noticias llenándolos de halagos que nunca escucharán.

Hace un par de años, hablé esto con Gladys del Río, fui el único de los que estábamos ahí que no quiso tomarse una foto con ella, sólo le pedí que escuchara mis palabras. Le di las gracias a ella y en su nombre a su marido y amigos por hacerme pasar una infancia diferente junto al Jappening. Rollo mío.

Aunque lo he hecho otras veces, quisiera haberlo hecho con muchas personas más, pero el destino no me ha juntado con todos los artistas que yo hubiera querido tener cerca al menos un minuto.

La televisión sí puede hacerlo, eso espero. Un gesto en vida.

Gracias.

EL CLUB DE ... AMIGOS DE LA COMEDIA


Para variar retomo un tema acerca del cual ya me había pronunciado tiempo atrás, pero que esta vez merece ser recordado.

Anteriormente opine sobre una impresentable comparación, en forma de debate televisivo, que enfrentaba a defensores del Jappening con Ja y del Club de la Comedia.

Si no se entiende por qué digo “impresentable”, bueno, acá está la respuesta Comparables?.

En esta ocasión y producto de un aburrido partido de fútbol entre la selección “B” de Chile y la “A” de Trinidad y Tobago, me tenté a probar suerte en otro canal. Así fue como caí en Chilevisión y nada menos que en plena puesta al aire del programa humorístico.

Por mi trabajo generalmente no puedo ver las audacias de este grupo de “comediantes” que se unen para divertir a un país. Esta ocasión fue especial y me acomodé, al menos por quince minutos.

Me encontré con una seguidilla de brevísimas historias cómicas cuyo nombre técnico desconozco, pero que eran muy poco rescatables. Traté de sonreír en un inconsciente afán de apoyar a la juventud que se atreve a hacer cosas en televisión, pero me di cuenta que me estaba esforzando demasiado. Todos estos cortos tenían a un actor en común, el de apellido Copano. Luego de eso vino la presentación de su monólogo (ya sé que todos tienen su turno), ante lo que parece ser un pequeño teatro.

La verdad es que no sé si criticar lo paupérrimo del humor de Copano, o la estupidez, el estado etílico, o la mala calidad de la hierba que le dan de fumar a la audiencia ahí presente. Una impresionante facilidad para reírse bulliciosamente de palabras que no ameritaban una sonrisa en mi boca. Fabrizio habló de lo particular de los humoristas “antiguos”. Así por ejemplo se burló del nombre de “Ja Ja Calderón”, también de “Platón Humor”, sabiendo que son nombres artísticos y sobre todo el último, perteneciente a un buen humorista chileno que hace años ya no está con nosotros, cosa que parece que él no sabía. Luego trató de “chanta” a Checho Irane.

Debo reconocer que en mi constante actitud crítica frente al medio artístico, este humorista no es precisamente de los mejores que hay, sin embargo, sí me siento con todo el derecho a cuestionar las palabras de este niño.

Resulta que se burló del humorista, aludiendo al hecho que, para evitar ser pifiado, este utilizo su destreza física saltando en una cama elástica. Es lógico que es un recurso alternativo y no propio de un humorista. Lo que Copano no sabe, al parecer, es que en el Festival de Viña del Mar de 1984, Checho Irane efectivamente presentó una rutina que iba caminado inequívocamente hacia el fracaso. Pero resulta que este joven “cómico” no se acordó que Irane se presentó al día siguiente o dos días después del show de Hermógenes Conache. Todos sabemos, menos Copano, que el show de éste fue censurado y sacado de la transmisión televisiva, dejando un gusto amargo tanto en los medios como en el público televidente y asistente de esa jornada. En ese entonces, la gente lo único que quería era ver al humorista censurado, por eso, cuando checho tomó su turno ante el monstruo, fue casi devorado por éste. Y digo “casi”, ya que, si bien no recuerdo los chistes de su rutina, no era lo que el público quería ver u oír.

Por eso quiero contarle a Fabrizio Copano que ese año, Checho Irane, antes de saltar como monito sobre la cama elástica, se tomó unos segundos para hablar con el público de la Quinta Vergara. Ahí fue cuando explicó que lo que pasó con Hermógenes no era su responsabilidad y que él sólo era un humorista chileno que quería hacer su trabajo y entretenerlos.

Eso fue lo que cambió de rumbo el resultado de su presentación, una ovación se escuchó después de esas palabras y ya nunca más lo pifiaron. El monstruo era duro pero no era huevón.

Por eso reivindico a Irane, a pesar de que no me gusta y sólo recuerdo un par de sus chistes clásicos, el del sastre y el de la piola pa’ amarrar el barco.

Me detuve en un par de frases del monólogo de Copano, pero en general no tuvo tema, no tuvo hilo conductor. Sólo fue una seguidilla de chistes malos y burlas casi al nivel de colegio, como cuando antes uno se reía si alguien decía mal una palabra. Mal, básico y fome.

Se necesitan urgentemente libretistas y también asesores que les puedan ayudar a opinar informados sobre algunos temas. Sé que no se meten en cosas tan profundas, pero si quieren hablar de colegas que además han hecho escuela e historia en el medio chileno, por favor, que alguien les explique quién es quien.

Después de esto, el partido de Chile no era tan malo.

Si Coco Legrand tuviera una Escuela de Monólogos, estos jóvenes estarían al nivel de prueba de admisión, ni siquiera les da para mechones.

Para hacer monólogos hay muchos temas, trabajar la actualidad es complicado, sobre todo si no hay un piso histórico.

Y si me preguntan a mí, muchachos, los monólogos de Les Luthiers o Juan Verdaguer (por nombrar algunos más o menos conocidos), son algo que ustedes no parecen haber oído nunca.

Yo antes creía que “El Club de la Comedia”, era sólo monólogos, por suerte no, aun se salvan las actuaciones grupales y grabadas, todavía parece que hay creatividad, pero cuando alguien salga frente a un micrófono en solitario, ya sé que no tendrá sentido lo que diga y, lo peor de todo, ni siquiera un buen remate.

Por último, elijan el público asistente al azar, no les paguen dinero, no les den alcohol ni marihuana, dudo que sin esas condiciones las risas sean tan sobreactuadas. Y esto lo digo ingenuamente, pues no quiero pensar que están editadas.

Chiquillos, consigan libretistas y cuando quieran hablar de algo especial, hay que estudiar un poco para no dar jugo, eso es todo.

...Y tuvieron el descaro de compararse con el Jappening...

martes, 4 de mayo de 2010

ABURRIDO


Desde la época de la teleserie “Lola” que no escribía algo sobre Blanca Lewin. No parece haberse dado cuenta que soy uno de sus miles de seguidores en “Twitter”. Quizás deba escribirle algo directamente a ella.

Pero este no es el caso.

En mis nocturnas labores hogareñas, lo que viene a traducirse como trabajo musical de escritorio, generalmente me hago acompañar por la televisión más que por la radio, me desconcentra menos. En esos momentos difíciles para la televisión abierta de Chile, lo último que veo con cierta calidad de imagen es el resumen diario de “Feroz”, la telenovela de Canal 13.

No pongo tanta atención como para reconocer los nombres de los personajes, sin embargo, si he podido notar a mi amiga Blanca, que no tiene un rol protagónico pero su personaje (cuyo nombre no sé) se preocupa de aparecer una buena cantidad de veces en pantalla. Cuando quise saber por qué interactuaba con casi todos los participantes del cuento del lobo en el canal del angelito, me enteré que ella hace el papel de psicóloga.

Lo particular del caso, es que se trata de la única sicóloga en la ciudad. Atiende a domicilio (no he visto si tiene consulta propia), sus pacientes han sido hasta los personajes de los niños y, aparte de eso, parece estar bastante involucrada con todos sus casos pues en todo momento tiene la solución a todo y siempre sus pacientes asumen como verdades absolutas los consejos que ella da.

Me parece que es la primera teleserie que recuerdo, en que todos los actores necesitan ir al psicólogo y nadie tiene uno propio o “de cabecera” como suele decirse. No, todos necesitan a Blanca. Su personaje es sin duda, el más transversal en la historia.

Pero me acordé de ella por otra razón.

A raíz del caso de la supuesta tardía alcoholemia que se le hizo a Miguel Piñera, después de ser protagonista de un accidente de tránsito, hace un tiempo ya, se ha generado una pequeña polémica al respecto.

Se supone que el huyo del lugar después de embestir a otro vehículo, en el cual una mujer resultó herida. Se especula (y mi experiencia con él me impide dudarlo), que él conducía en estado de ebriedad y por eso arrancó.

En televisión se entrevisto hoy al actual Ministro de Salud, Jaime Mañalich, quien antes de este cargo, era director de la Clínica Las Condes, donde “papurri” llegó esa noche del choque por una lesión. Un detalle, Sebastián Piñera era uno de los dueños de la clínica.

Más allá de lo engorroso que pueda ser enrollarse con esto, cosa que a mi me importa bien poco ya que afortunadamente no hubo víctimas fatales, resulta que el abogado que lleva la causa de esta mujer, a propósito de la huída del negro Piñera y una alcoholemia que no se hizo a tiempo, es el señor Alfredo Morgado.

En este proceso, él logró que se interrogara al actual Ministro por su responsabilidad que podría tener en un probable trato especial hacia Piñera en el caso.

Por otra parte, el Ministro Mañalich, anunció que se querellaría contra este abogado por calumnias. En fin.

Mi tema es el barbudo y calvo abogado.

Si parece que fuera el único abogado en el país capaz de querellarse. Él emprende acciones en contra de todo lo que sea problema. Sus enemigos siempre son los mismos: “quienes resulten responsables”. Pero así como Pablo Honorato parece ser el único periodista con cama, termo y pelela en el edificio de la Corte Suprema, así, este abogado está presente en todas las querellas televisadas posibles.

Ojalá que su bufete sea amplio y trabajólico, de lo contrario no creo que la memoria de Morgado sea tanta como para estar tan concentrado en los casos.

Ahora se me está ocurriendo que quizás él sea sólo la cara y el “nombre” de un gran equipo de trabajo. De otra forma no me explico la facilidad para involucrarse en casos con bastante notoriedad pública. Sin ir más lejos, algunos relacionados con los problemas entre propietarios de departamentos dañados por el terremoto y las inmobiliarias, o los intereses de las minorías sexuales, entre muchos otros.

La televisión es el tema de este abogado, el único querellante en todos los casos en que pueda uno querellarse.

Blanca es la única psicóloga de todos los personajes de la teleserie Feroz.

Y según como yo la veo actuar, capaz que sea la psicóloga de los actores.