viernes, 7 de mayo de 2010

EL CLUB DE ... AMIGOS DE LA COMEDIA


Para variar retomo un tema acerca del cual ya me había pronunciado tiempo atrás, pero que esta vez merece ser recordado.

Anteriormente opine sobre una impresentable comparación, en forma de debate televisivo, que enfrentaba a defensores del Jappening con Ja y del Club de la Comedia.

Si no se entiende por qué digo “impresentable”, bueno, acá está la respuesta Comparables?.

En esta ocasión y producto de un aburrido partido de fútbol entre la selección “B” de Chile y la “A” de Trinidad y Tobago, me tenté a probar suerte en otro canal. Así fue como caí en Chilevisión y nada menos que en plena puesta al aire del programa humorístico.

Por mi trabajo generalmente no puedo ver las audacias de este grupo de “comediantes” que se unen para divertir a un país. Esta ocasión fue especial y me acomodé, al menos por quince minutos.

Me encontré con una seguidilla de brevísimas historias cómicas cuyo nombre técnico desconozco, pero que eran muy poco rescatables. Traté de sonreír en un inconsciente afán de apoyar a la juventud que se atreve a hacer cosas en televisión, pero me di cuenta que me estaba esforzando demasiado. Todos estos cortos tenían a un actor en común, el de apellido Copano. Luego de eso vino la presentación de su monólogo (ya sé que todos tienen su turno), ante lo que parece ser un pequeño teatro.

La verdad es que no sé si criticar lo paupérrimo del humor de Copano, o la estupidez, el estado etílico, o la mala calidad de la hierba que le dan de fumar a la audiencia ahí presente. Una impresionante facilidad para reírse bulliciosamente de palabras que no ameritaban una sonrisa en mi boca. Fabrizio habló de lo particular de los humoristas “antiguos”. Así por ejemplo se burló del nombre de “Ja Ja Calderón”, también de “Platón Humor”, sabiendo que son nombres artísticos y sobre todo el último, perteneciente a un buen humorista chileno que hace años ya no está con nosotros, cosa que parece que él no sabía. Luego trató de “chanta” a Checho Irane.

Debo reconocer que en mi constante actitud crítica frente al medio artístico, este humorista no es precisamente de los mejores que hay, sin embargo, sí me siento con todo el derecho a cuestionar las palabras de este niño.

Resulta que se burló del humorista, aludiendo al hecho que, para evitar ser pifiado, este utilizo su destreza física saltando en una cama elástica. Es lógico que es un recurso alternativo y no propio de un humorista. Lo que Copano no sabe, al parecer, es que en el Festival de Viña del Mar de 1984, Checho Irane efectivamente presentó una rutina que iba caminado inequívocamente hacia el fracaso. Pero resulta que este joven “cómico” no se acordó que Irane se presentó al día siguiente o dos días después del show de Hermógenes Conache. Todos sabemos, menos Copano, que el show de éste fue censurado y sacado de la transmisión televisiva, dejando un gusto amargo tanto en los medios como en el público televidente y asistente de esa jornada. En ese entonces, la gente lo único que quería era ver al humorista censurado, por eso, cuando checho tomó su turno ante el monstruo, fue casi devorado por éste. Y digo “casi”, ya que, si bien no recuerdo los chistes de su rutina, no era lo que el público quería ver u oír.

Por eso quiero contarle a Fabrizio Copano que ese año, Checho Irane, antes de saltar como monito sobre la cama elástica, se tomó unos segundos para hablar con el público de la Quinta Vergara. Ahí fue cuando explicó que lo que pasó con Hermógenes no era su responsabilidad y que él sólo era un humorista chileno que quería hacer su trabajo y entretenerlos.

Eso fue lo que cambió de rumbo el resultado de su presentación, una ovación se escuchó después de esas palabras y ya nunca más lo pifiaron. El monstruo era duro pero no era huevón.

Por eso reivindico a Irane, a pesar de que no me gusta y sólo recuerdo un par de sus chistes clásicos, el del sastre y el de la piola pa’ amarrar el barco.

Me detuve en un par de frases del monólogo de Copano, pero en general no tuvo tema, no tuvo hilo conductor. Sólo fue una seguidilla de chistes malos y burlas casi al nivel de colegio, como cuando antes uno se reía si alguien decía mal una palabra. Mal, básico y fome.

Se necesitan urgentemente libretistas y también asesores que les puedan ayudar a opinar informados sobre algunos temas. Sé que no se meten en cosas tan profundas, pero si quieren hablar de colegas que además han hecho escuela e historia en el medio chileno, por favor, que alguien les explique quién es quien.

Después de esto, el partido de Chile no era tan malo.

Si Coco Legrand tuviera una Escuela de Monólogos, estos jóvenes estarían al nivel de prueba de admisión, ni siquiera les da para mechones.

Para hacer monólogos hay muchos temas, trabajar la actualidad es complicado, sobre todo si no hay un piso histórico.

Y si me preguntan a mí, muchachos, los monólogos de Les Luthiers o Juan Verdaguer (por nombrar algunos más o menos conocidos), son algo que ustedes no parecen haber oído nunca.

Yo antes creía que “El Club de la Comedia”, era sólo monólogos, por suerte no, aun se salvan las actuaciones grupales y grabadas, todavía parece que hay creatividad, pero cuando alguien salga frente a un micrófono en solitario, ya sé que no tendrá sentido lo que diga y, lo peor de todo, ni siquiera un buen remate.

Por último, elijan el público asistente al azar, no les paguen dinero, no les den alcohol ni marihuana, dudo que sin esas condiciones las risas sean tan sobreactuadas. Y esto lo digo ingenuamente, pues no quiero pensar que están editadas.

Chiquillos, consigan libretistas y cuando quieran hablar de algo especial, hay que estudiar un poco para no dar jugo, eso es todo.

...Y tuvieron el descaro de compararse con el Jappening...

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