lunes, 2 de marzo de 2009

EL FESTIVAL QUE NO VI


Se acabó ya el Festival de Viña, en su versión número 50 y me parece un buen momento y una buena excusa para volver a ocupar este espacio y manifestar mi opinión.
La realidad es que apenas pude ver algo de lo que allí ocurrió, sin embargo traté, en la medida que pude, de informarme y ver algunos recuentos, bastante editados eso sí y, obviamente, acerca de lo que más puntos de rating marcó cada noche.
Sobre las competencias no diré nada pues nada sé y lo más seguro es que nunca más se hable de ello. A propósito, en una nota festivalera de un noticiero de canal 13, aparece la Alcaldesa de Viña del Mar opinando sobre el evento. En un momento dice algo así como “yo creo que también es bueno hablar de la competencia...” y justo en ese punto la nota se editó, pasando a mostrar otras imágenes y por cierto otros comentarios. Si el mismo canal 13 no deja que “doña Treme” se refiera a la competencia el último día de festival, que se espera para el futuro y la memoria colectiva con respecto a la participación de autores nacionales y extranjeros en el capítulo que da origen al festival a fines de los cincuenta.
Con respecto a todo lo demás, opinaré desordenadamente.
No vi lo que hizo mi amigo personal Leo Farkas sobre el escenario, sólo algunas editadas imágenes y muy poco audio. Lo suficiente para pensar que por unas lucas, los chilenos somos capaces de hacer cualquier cosa. Es cierto que los integrantes del jurado que son artistas, siempre tienen un pequeño espacio de 10 a 15 minutos para mostrar un poco de su show, viéndolo así, no es tan descabellado que el rubio se subiera al escenario. Lo raro es que si él alguna vez fue artista, ya no lo es. Los teclados con sonidos de violines y trompetas ya pertenecen al mundo de los juguetes, ahora se trabaja de otra forma para imitar sonidos, entonces el show que hacia en los ochenta, deslumbrando al público al punto de ser apodado “hombre orquesta”, está absolutamente obsoleto. No alcancé a escuchar su canto pero no es necesario. Es un personaje público, conocido por su dinero y por su mal gusto, pero no un músico. Hubiese preferido reunir a algunos músicos amigos y tocar 15 minutos de rock clásico en algún cuadro propuesto como continuidad y creo que nos habríamos merecido más de algún premio , por último, esos minutos de fama sobre el escenario.
Pero no tenemos el poder para eso, el rating seguramente avaló la decisión de alguien de invitarlo sorpresivamente a actuar. Mal.
Soledad Onetto aun cree que el colorín
Mick Hucknall, se llama Simply Red. Dentro de la pérgola que le arrojo mientras le entregaban cuantos fierros se pudiera como premios, siempre se refirió a “él”, no a ellos. Es cierto que la banda no tiene a todos sus miembros originales, pero se contrató como banda y todo el discurso de su última gira y pronta separación dice de que estamos frente a una banda o un grupo musical, no a un solista. Por eso me llamó la atención que la Sole dijera frases a la tercera persona singular, sobre todo cuando antes presentó a Simply Red, o sea, un grupo de músicos.
A pesar de ello, creo que fue un show sólido y el vocalista canta igual que hace 23 años, cuando escuché “Holding back the years” en la radio. Notable.
De Santana no diré mucho, a veces pareciera que el show me lo conociera de memoria, aunque no es así. Creo que la historia ha elevado mucho a este guitarrista y yo personalmente pienso que escucharlo por dos horas, es mucho para mi humilde cultura musical.
Me encantaría poder opinar sobre el show de Roger Hudgson, pues en su presentación tenía puestas mis fichas, pero me fue imposible verlo. Pocos comentarios escuché sobre él, y aunque le dieron todos los premios, decían que el público se había portado frío con el ex de Supertramp. Estoy de acuerdo con quienes dijeron que no es un número actual, pero todos los años hay shows para el recuerdo y siempre tienen su público. Por lo menos tuvieron la sutileza de programarlo la misma noche que Santana, así trataron de reunir a un tipo específico de nostálgicos espectadores un sólo día.
Acerca de La Noche, bien porque son chilenos, pero su éxito en el festival era demasiado predecible. No me gusta lo que tocan y no comprendo científicamente el fenómeno, pero así es y está bien por ellos. Lo menos destacable es que tocan apoyados con algunas pistas de bajo eléctrico y percusión, aparte del impresionante desgaste de la voz de Cecil Leiva. El millonario verano le pasó la cuenta al cantante de la banda y no alcanzó a recuperar su voz para este evento, más encima cantar en vivo en programas satélites realizados a pocos metros del mar y en variados horarios, no es una ayuda para la salud de su voz.
Camiroaga guateó con lo de los besos a la Soledad.
El reggaeton es la esencia de la venta de entradas y el éxito de las transmisiones televisivas.
Lusi Fonsi actuó vestido como si hubieran invitado al novio a que cante algo.
Dinamita Show como en la época de la calle Valparaíso, bien.
Si no ganaba el tema de Victor Heredia, seguramente él se querellaba en contra del Festival. Y eso que no escuché al resto, en realidad a ninguno.
A Paolo Meneguzzi sólo no le dieron lo que no merecía, por fin, si es únicamente un italianito que atrae a las niñitas.
A los Mampoval no los vi, pero según pude oír por ahí, parece que fueron muy blancos en su humor. Los pude escuchar hace muchos años en algunos lugares y siempre me parecieron entretenidos con bastante doble sentido. Aparte de eso, encontré una predisposición no muy optimista de parte de varios medios de comunicación en relación al show que mostraría este trío.
Me pareció casi ridículo que Felipe Camiroaga haya salido con Soledad Onetto en un lujoso auto deportivo desde los estacionamientos del Hotel del Mar, para hacer la entrada a la gala del Festival, que se realizaría en el mismo Hotel.
Sólo había que salir de la habitación, subirse al ascensor, apretar el digito del piso donde se haría la fiesta y listo. Pero el show le reporta muchos millones a todos los involucrados.
El Buenos días a todos se tomó la idea de reproducir la silueta de la concha acústica tan característica del antiguo escenario, destacable iniciativa. Por otra parte, el estado del tiempo les jugó una mala pasada y cada vez que pude ver el programa, estaban todos con bufanda, Tonka con el pelo para todos lados y todos más abrigados que hijo único, parecía un verdadero Festival de invierno.
En el programa La movida, de canal 13, el personaje de Daniel Alcaíno llamado Juan Manuel Delirante, fue simplemente Yerko Puchento, vestido de otra forma. Por más que pienso, no logro descubrir al periodista deportivo al cual parodiaba, sólo reconocí que era de TVN, pues la característica musical era la que aun utilizan en el canal estatal. Esto podría hacerme creer que se mofa de Solabarrieta, pero no estoy seguro y en ese caso no entiendo de donde viene el nombre del personaje. Menos logro comprender que tiene que ver la parodia a un comentarista deportivo en un programa dedicado al Festival de Viña. Yo habría dejado a Yerko, es lo mismo.
En fin, en lo relativo al Festival y sus cincuenta años de historia, no me parece que estuviera a la altura de esta celebración. Hubo shows muy destacables pero de esos siempre hay en Viña. Yo esperaba algo aun más especial, que pasara a la historia, una competencia con temas inéditos, como siempre ha sido. Imagino el sólo de premio de decir “yo gané el festival número cincuenta”.
No me atrevo a dar nombres de los artistas que podría yo proponer como los que debería haber estado presentes en esta versión del Festival, es muy relativo. Pero si podría haberse programado una noche por cada década de historia más una noche chilena, transversal a los años. O sea, una noche para recordar competencia y shows de cada década de las cinco que tiene este evento, tal vez con su contexto histórico, tal vez recordando de alguna forma las más características escenografías que antiguamente eran un trabajo muy importante y comentado, no sé. Hay tantas personas trabajando en esto y a la vez tantos conflictos de poder en la televisión que se involucran con lo que antes era un espectáculo en vivo más que un programa televisivo, que estoy seguro que hay muchas y mejores ideas que las que yo menciono, al menos para esta oportunidad especial, pero es obvio que se traban en algún punto de su desarrollo a raíz de intereses comerciales. Quizás por eso, al momento de renovar el escenario y sus graderías, ni siquiera se tomaron la molestia de dejar por último, el borde iluminado de lo que era la concha acústica, el símbolo del Festival por muchos de estos cincuenta años. Claro, como en muchos ámbitos, jefe nuevo implica cambios drásticos, aunque sean malos, pero cambios, la idea es quedar en la historia.
Para mi, esta versión del mal denominado Festival de la Canción (ahora es un show nada más) no tiene nada que pueda ser destacado como exclusivo o al menos característico de la celebración de los cincuenta años de vida. Pasó sin pena ni gloria.

Es sólo un año más que se va, cuántos se han ido ya.

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