lunes, 24 de agosto de 2009

GOLPE BAJO

El animador del local, pasada la una de la madrugada nos invita a despejar el escenario de instrumentos y equipos para dar paso a un sencillo concurso, el cual tiene por objeto entretener a la concurrencia y regalar algunos tragos.
La base del concurso es bailar reggaeton, para lo que son convocadas las mujeres que deseen ganarse algún trago o sólo pasar un buen momento. A esta invitación concurren tres jóvenes. Cabe mencionar que las muchachas no tenían los atributos físicos que alguien puede querer ver en un escenario “perreando”. Con bastante vestimenta sobre sus cuerpos y de contextura gruesa y no mucha estatura, las tres valientes se animaron a concursar. Por supuesto que, tanto a mi como a muchas personas más - supongo -, estas características eran poco importantes si consideramos que el objetivo era divertirse y no sentarse a ver un “team” especialista en el baile aquel.
Hace un par de semana atrás, en el mismo local, pero no en el escenario, si no en la barra, se instaló el mismo concurso. La diferencia es que acá se atrevieron tres o cuatro muchachas con menos ropa y con figuras algo más estilizadas. En aquella ocasión se disputaron la final dos jóvenes que hicieron trizas sus cinturas al ritmo de moda, moviendo con mucha agilidad sus traseros en insinuantes contorsiones. Al parecer ambas eran amigas - cosa que después confirmé -, ya que en el baile se deslizaron algunos gestos lésbicos entre ellas. Esto sumado a los giros y caricias de cabello varias, concluyeron en chorros de agua provenientes de la barra sobre sus ropas. Sin duda fueron el centro de atención y lo más probable que hayan querido serlo. Encuentro demasiado trabajo todo ese show para que te regalen un trago, así es que me imagino que la recompensa debería venir de la lívido del sexo opuesto o de la envidia de las mujeres.
Volviendo a la experiencia más reciente, la de este Sábado, el animador invita a la primera concursante a mover su cintura. En ese preciso momento, y cuando ya parecía no haber más mujeres osadas, se abalanzan sobre el escenario dos muchachas más, las que se forman a un costado, en evidente espera de su turno para moverse. Inmediatamente sube otra mujer más. Si bien las dos que subieron juntas tenían un físico bastante más fácil de admirar, la última en subir era, lejos, la más atractiva en cuanto a figura y como le sacaba partido con lo que llevaba puesto.Debo decir que fue demasiado notorio para mi, aunque no creo que alguien se haya fijado en eso, que las tres chicas que subieron a pocos segundos de iniciarse el baile, sólo se atrevieron a subir cuando se dieron cuenta que no tenían competencia físicamente hablando y que por sus siluetas y sus movimientos evidentemente más ágiles, de seguro ganarían, no sólo un trago más, si no la admiración del público, especialmente el masculino.
Pero en fin, rollos míos.
Comienza el concurso y obviamente empiezan por orden de llegada. Así entonces, la dos primeras en bailar, bastante abrigadas y sin muchas condiciones físicas, pasan el baile dignamente. La tercera muchacha, con bastantes kilos demás y por cierto con su cuerpo bien cubierto de ropa, ocupa sus segundos de baile para moverse con una gracia y soltura que generó espontáneos aplausos a poco de haber comenzado a moverse. Con ese apoyó estruendoso del respetable, se acercó a uno pilar metálico a un costado del proscenio y, por supuesto que con su cuerpo muy ágil y flexible a pesar de su contextura, inmediatamente lo transformó en un “caño”. Con esta parte de su show, el público se entregó a la simpatía y coquetería de esta muchacha. El público - en el cual estoy incluido – aplaudió ruidosamente cuando se terminó su tiempo.
Pero luego venía el turno de las “regias”. El animador llamó hacia adelante a la más “rica” del grupo. Había expectativas, obvio, era cosa de jugársela y se llevaría todo el apoyo de los hombres presentes. A pesar de que usó un pedestal de micrófono como “caño”, no estuvo a la altura. Quiso impresionar y mejorar la versión del “caño” de su antecesora, pero no lo logró, estuvo muy lejos.
En seguida, el turno para las otras dos “flacas” del grupo. Más de lo mismo, muchas contorsiones, los traseros casi topando el suelo, los pelos desordenados y unos rostros que mejor no describo por respeto. Recibieron, cada una en su turno, un buen apoyo de los temperados señores que a esa altura ya estaban cada vez más cerca del escenario.
El concurso terminó y ahora viene el momento de los aplausos, el método para elegir a la mejor.
Pero de pronto, estas dos últimas concursantes se asomaron a un costado del escenario, cerca de donde yo estaba. Ahí pude ver claramente que se comunicaban con una amiga que se paró de su mesa para hablar con ellas. Las bailarinas volvieron a su posición para ser evaluadas por la gente y yo me detuve un rato en la amiga, quien también retornó a su puesto, su mesa, a pocos metros de mi. Claro, era cara conocida. Pero no sólo eso, cuando la asocié con las amigas bailarinas, llegué a la certera conclusión de que las dos últimas chicas en bailar, eran amigas entre sí y eran precisamente las que se habían mojado en la barra semanas atrás. En aquella ocasión, la mujer que ahora estaba en la mesa tampoco había salido a bailar.
Así las cosas, comienzan los aplausos para la número uno, la número dos, la número tres... Y ahí se vino abajo el local. La “gordita” carismática (término que uso sólo de referencia, no en sentido peyorativo) se robó la simpatía de todos los asistentes, hombres y mujeres. Un paso al frente.
Aplausos para la número cuatro, fome. La que se veía mejor, no recibió al apoyo que yo esperaba que tuviera. Aplausos para la número cinco, un paso al frente. Aplausos para la número seis, bien. Paso al frente.
Entonces el animador les pide a las perdedoras bajarse del escenario para hacer bailar una vez más a las que quedan. Estas chicas son, la “gordita” y las dos “amiguis” que casi dejaron el trasero en el local contorsionándose.
Llegó la final y al someterse al juicio del público, por paliza, gana la gordita. Con su respectivo baile final. Hasta yo aplaudí.
Pero yo no me sentí aplaudiendo a quien bailó mejor, pues en ese caso la pelea habría estado, sin duda, entre las “amiguis”. Personalmente mi aplauso tuvo doble connotación. Por un lado, el demostrar que a la gente se le puede conquistar con una sincera sonrisa, con el sano espíritu de pasar un buen rato uno mismo y con los demás, con el sólo ánimo de ser participante activo de una gran fiesta, sin tener que llamar la atención por los atributos físicos o las deslumbrantes manifestaciones de talento.
Por otro lado mi aplauso también fue de protesta. La intempestiva aparición de estas bailarinas amigas, de cuerpos notoriamente más atractivos que la ganadora, fue, a mi modo de ver, un acto de mala leche. Imagino la conversación en la mesa desacreditando a las que se habían atrevido a bailar y pensando en que sólo sus cuerpos y sus movimientos eran la carta segura para derrotar a las “gorditas” (aunque entre mujeres no se tratan así).
Ese pensamiento, que llevo a estas niñas, que no se atrevieron a tomar la iniciativa, a subirse después para dejar mal paradas a las otras concursantes, merece todo mi repudio.
Lo que me satisfizo después de todo, es que al parecer toda la gente percibió lo mismo y nunca se dudó que la ganadora sería la que se entregó con buena onda en el escenario.
Tiene que haber sido una plancha mayor para las que se creían regias y estupendas y bajaron del escenario sin poder creerlo. Un poquito menos de soberbia y más humildad es lo que les hace falta a estas niñitas.
Bueno, siempre las veo por ahí, si se atreven a seguir participando en estos concursos, por supuesto que les seguiré la pista en este blog.

Por si alguien cree saber de quienes hablo, como pista puedo decir que la amiga que no bailó, la que se quedó en la mesa, siempre canta Karaoke.

No hay comentarios: