miércoles, 8 de julio de 2009

COMENTARIO TV (Parte 2)

Han pasado muchas cosas ante nuestros ojos en televisión. Tal vez, sólo en nuestro país, el mundial de fútbol de 1962 represento un hito histórico para la televisión como tecnología y como fenómeno social. Pero pasarían pocos años para que el mundo entero se sentara frente a un aparato televisor, al mismo tiempo. En 1969, cuando el primer ser humano caminó sobre la superficie de la luna. Yo aún no existía en el pololeo de mis padres, pero no es necesario haber estado ahí para intentar imaginar lo que significó en términos de transmisiones televisivas. Desde ese momento en adelante, nada podría pasar en el mundo (o cerca de él) sin que no se viera por televisión.

Me es fácil suponer que los mundiales de fútbol o los juegos olímpicos paulatinamente fueron cautivando la atención del mundo y, por ende, la respuesta de este revolucionario y sorprendente medio de comunicación. Lo particular de estos eventos es que no constituyen una noticia en sí, puesto que se sabe con mucha antelación la fecha y el sitio en dónde se llevaran a cabo. Esto no merma la cantidad de televidentes que conseguirán, aun más, lo predecible de ellos les permite, incluso en estos días, calcular dichas cifras con anticipación, pero no tiene el mismo impacto que un evento circunstancial o impredecible.
Por eso, sin considerar estos eventos deportivos, me atrevo a sugerir que el matrimonio de Diana de Gales con el Príncipe Carlos de Inglaterra, en 1981, que a Chile llegó en horas de la madrugada y que, por cierto, se transmitió a todo el mundo en directo, concitó la atención de al menos 700 millones de personas por medio del aparatito cuadrado que, aunque en mi país mostraba todo en colores, en mi casa aun no me permitía dicho lujo.
Cabe mencionar que estos hitos televisivos, se originan como tales dada la masiva concurrencia de personas en el mismo sitio del evento (con excepción del viaje a la luna por supuesto), lo cual implica un despliegue de medidas de seguridad que a través de los años, inevitablemente ha debido soportar tanto al público en general como a las personas que se acreditan para cubrirlo periodísticamente.
Así como en 1981, la televisión nos mostró el momento exacto en que alguien le disparaba al Papa Juan Pablo II, pocos momentos después de que eso ocurría en la Plaza San Pedro, en el Vaticano, así también muchos años después, millones y millones de personas en el mundo vimos durante casi una semana, todo lo relacionado a la muerte del jefe de la Iglesia Católica, su velatorio público, sus funerales y el nombramiento de su sucesor.
Años antes, en 1997, una madrugada de Domingo en Chile, murió la princesa Diana, Lady Di. Todo lo que envolvió este hecho causó interés mundial, por lo mismo, la cobertura de sus funerales permitió que todo el mundo pudiera presenciar el evento en directo por televisión.
Así es, nada menos que la televisión. El medio capaz de transmitir por primera vez en la historia una guerra en directo, el verano de 1991. La llamada “guerra del golfo”. La misma televisión que diez años después mostró en directo a todo el mundo, cómo un avión colisionaba y explotaba dentro de una de las torres gemelas del World Trade Center, descartando en pocos segundos, la tesis de que el anterior avión, incrustado en la otra torre, era un accidente aéreo.
Hace muy poco, el 2008, todo el mundo quería ver si era verdad que en los Estados Unidos de Norteamérica, asumiría la presidencia un hombre de raíces afro americanas. La asunción al mando del país del tío Sam, de Barack Obama, congregó a una cantidad de personas en el distrito de Colombia, Washington, que no recuerdo y que menos podría calcular. Los que presenciamos ese momento histórico para USA, y para los eternamente discriminados negros en ese país, fuimos miles de millones. Obvio, a través de la televisión.
Este día de San Fermín, mientras en Pamplona los hombres de atuendo blanco y pañuelo rojo al cuello, corren delante de los toros, la televisión mundial ha transmitido en directo el funeral público de Michael Jackson.

En las estaciones televisivas chilenas (no tengo acceso a televisión pagada), hubo enviados especiales a Los Ángeles, CA, para cubrir este evento. Programas especiales que nos mantenían esperando el momento del homenaje que se organizó para la gente, en el Staples Center de esa ciudad. Tan para la gente era, que los derechos de la transmisión televisiva fueron liberados. Por eso, cinco de los seis canales chilenos que puedo ver, estaban con programación especial dedicada a los funerales de Michael. Antes, durantes y después de los noticieros del mediodía se habló insistentemente de todo lo que se pudiera decir, tanto de la ceremonia y sus pormenores, como de la vida y carrera del niño genio.
Sobre aquello, pretendo extenderme en un capítulo aparte. De está transmisión no quiero perderme nada.
Lo más impactante para mi, fue ver a Jermaine cantando “Smile”. Yo no sabía que era el tema preferido de Jacko. Sí sabía que la letra era de Charles Chaplin y lo había escuchado por Bobby Caldwell y Nat King Cole. Sin embargo, más allá de la connotación que debía tener, Jermaine logró conmoverme. Cabe agregar que la letra de la canción, en esta situación se transforma casi en una declaración de principios.
Lo más musical, sin duda, el aporte del gran Steve Wonder. Su voz al introducir su presentación, no me inspiraba mucha confianza. Pero como si él hubiese leído mi pensamiento, rápidamente se encargó de cambiar mi percepción demostrando solo acompañándose de un piano, que a sus 50 años canta mejor que antes.
Éramos miles de millones de personas, en todo el mundo viendo este espectáculo, que en el fondo no fue tan show, sino más bien un funeral masivo, muy cargado a las oraciones y los pastores.
No puedo encontrar positivo que Michael haya muerto, pero creo haber estado en presencia televisiva de uno de los acontecimientos mediáticos más importantes, como no los habrá en mucho tiempo, espero, en la historia de la televisión.
Es cierto que Internet cumplió un rol importantísimo en la producción y difusión de todo lo relativo al evento (factor que sólo ha estado presente masivamente en el atentado al WTC, al menos de los que he mencionado, pero en un rol netamente informativo), sin embrago, el fenómeno sigue siendo la transmisión televisiva.
Sobre todo en un evento en E.E.U.U., donde todo lo hacen en grande, no podía quedar alguien en el mundo que no supiera detalles de lo que ocurrió ahí, frente al dorado féretro que supuestamente contenía a Jackson. Ahí estuve yo, pegado a la televisión, como intuyendo que este despliegue no está cerca de ser visto nuevamente.

Y yo me pregunto si esto tiene límites, creemos que el cuerpo está ahí y vemos a su familia llorar como si así fuera, hablando como si sólo estuvieran ellos y el cura. Sólo que en los más desconocidos rincones del orbe, están viéndolo miles de millones de humanos por televisión. Y en directo, en el mismo momento en que está ocurriendo. Nada más así fue.

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