martes, 31 de agosto de 2010

FLOJERA TECNOLOGICA

Años atrás, en un tranquilo evento recreativo en casa de alguien que no recuerdo, comentábamos al ritmo de algunos tragos y cigarros, lo que había sido la reciente presentación de la banda en algún lugar que tampoco recuerdo. Todo esto se ambienta en una noche santiaguina.

Estábamos los integrantes de ese momento de la banda, sus administradores, parte del personal adjunto y varios amigos fanáticos de John, Paul, George y Ringo.

Como era nuestra costumbre, llegábamos a la casa de alguien y compartíamos escuchando lo mismo que habíamos tocado hace un par de horas atrás. No sabía si eso era bueno o no, ahora sé que fue buena idea.

En un momento del carrete, luego de compartir experiencias, grabaciones escasas, rarezas de la banda, fotografías y otros cachureos sólo aptos para fanáticos, un tipo aparece mostrando su última novedad: el disco Rubber Soul, en su edición rusa. Obviamente los Beatles no cantaban en ruso, se trataba solamente de la carátula del vinilo.

Como si de su interior fueran a derramarse dólares o lingotes de oro, muchos se abalanzaron sobre lo que parecía ser algo nunca visto y que nunca volverían a ver. Yo compartía tal curiosidad, pero como ha sido mi costumbre, tales devociones hasta el día de hoy me causan rechazo, ni lo tomé.

Es más, cuando se enfrío un poco el momento no pude evitar hacer el comentario, con la sutileza con que generalmente trato de expresarme: “… que importante debe ser eso, mientras yo me aprendo las canciones de ese mismo disco, a partir de un caset pirateado que incluso tiene la carátula fotocopiada, ustedes van a ver como yo las canto y además nos admiran como banda por lo que hacemos…”.(La imagen es mi caset, el mismo al que hago referencia).

Recuerdo un silencio incómodo. Nada importante para mí, pero volvieron a felicitarnos, como siempre y todos seguimos bebiendo y fumando (Lucky Strike corriente como nunca he vuelto a hacerlo de nuevo) y todos fuimos amigos.

Recuerdo también cuando iba a las tiendas de discos, en pleno furor de los discos compactos, a revisar una carátula para rescatar la letra de algún tema que debía ensayar. Si no conseguía fotocopiarla, debía escribirla en algún papel, ahí sobre el mesón. Esto pasaba porque los ya extintos cancioneros, no satisfacían mis necesidades y mi inglés me permitía reconocer que estaban (casi por ley) absolutamente mal confeccionados.

Eran los años en que los teléfonos celulares eran muy escasos y se asociaban a personas con cierto poder adquisitivo. O sea, un lujo. Un ejemplo que menciono pues en estos días, un buen argumento para justificar el no haber llamado a alguien es decir “es que no tengo minutos”. Es verdad que los teléfonos públicos clásicos ya casi no existen, pero hay muchas centrales de llamados y locales o quioscos que en sus accesos tienen disponibles teléfonos para el uso público.

Así también por estos días, cuando en 2 ó 3 minutos, puedo enviar o recibir una canción por correo electrónico, cuando puedo (mientras tanto) bajar su letra desde algún sitio virtual y además, si mi oído me juega una mala pasada, hasta los acordes o las partituras del tema, me resulta prácticamente inaceptable escuchar de boca de músicos experimentados en el sistema de tocar música de otros, frases como “no he encontrado la canción”, o “no he podido bajar la letra”. Suponiendo que eso es así, la firma de esta mala excusa es decir “…es que me cortaron internet y no tengo cómo…”.

Hasta este minuto, yo no tengo conexión domiciliaria de internet, por eso cuando oigo esas frases mi estado de ánimo cambia notoriamente. Recuerdo haberme aprendido algunos temas devolviendo con el dedo algún vinilo si alguna parte no la entendía del todo. Recuerdo haber transcrito letras yo mismo desde un caset. Recuerdo una vez, no haber tenido ningún instrumento para aprenderme la línea del bajo de un tema. Esperé que en la radio tocaran algún tema que yo me supiera y así reconocer alguna nota, memorizarla y partiendo desde ahí (como hace un director con un diapasón) dibujar las notas de la canción. Funcionó.

Entonces yo me pongo a enumerar la cantidad de malas excusas que se han inventado para no hacer bien el trabajo. Tantos músicos que se enredan en explicaciones y sólo deben decir que es una lata hacer las cosas a la antigua. Parece ser que si no hay internet no puedes aprenderte un tema. Si no tienes saldo en tu celular no hablas con nadie, prefieres que todo el mundo te llame.

Es verdad, la nostalgia me agarró y no me quiere soltar, pero en el fondo, lo de la historia real que conté al comienzo de esto tiene por objeto mostrar el lado feo de los que trabajamos en esto: los ensayos. A mí me cargan, pero no porque no me guste ensayar, sino porque estoy tan acostumbrado a enojarme cuando alguien falla, que no lo paso bien. Excusas hay muchas, explicaciones hay muy largas, pero sin tecnología se puede trabajar, y cuando hay fechas que cumplir, el método clásico también funciona.

OKSERVANDO se mantiene vivo desde un ciber ($400.- por hora).

Se puede escribir así, no tiene que hacerse necesariamente desde un notebook, viendo televisión, acostado y con un café.


1 comentario:

FeR dijo...

debo confesar que al principio me parecìa un comentario insidioso... y te imagino dicièndolo con el consecuente silencio incòmodo -que no te incomodan- pero despuès te encontrè la razòn. sobretodo porque en todas partes abundan las malas chivas para no hacer las cosas bien; "la(s) excusa(s) agrava(n) la falta" como dicen algunos.