lunes, 21 de abril de 2008

LOS PREMIOS MASTROPIERO EN CHILE


El camino hasta el inicio del espectáculo es raro, pero no es de lo que quiero escribir. Inquietos niños y ancianas parejas dibujaban esa vertical que nos une en torno a videos y grabaciones que queremos tener frente a nuestros ojos por primera vez algunos, o por última vez otros.
Ya una vez dentro, una voz femenina pide que apaguemos los celulares y que no tomemos fotos con flash. Se oscurece todo y aparecen los cinco originales miembros de Les Luthiers entre los aplausos de la concurrencia y como siempre con el impecable y característico smoking.

La profunda voz de Mundstock está impecable, por lo menos al hablar, ya que cantar después de los sesenta años de edad no debe ser fácil.
Rabinovich mantiene su reputación de bufón, que no habla bien, que no entiende todo lo que oye y que repite equivocadamente algunas palabras. Una breve intervención en inglés hace que se gane una merecida ovación.
No sé si habrán pasado más de 10 segundos cada vez, sin que una risa general llenara el recinto.
Por un momento parece una verdadera entrega de premios, con alusiones directas a cómo se supone que funciona este negocio donde sea que se haga.
Un espectáculo fluido, totalmente coherente en sus libretos, aunque suene irónico. Tiene todos los ingredientes necesarios, o que al menos esperábamos ver. El mudo y siempre ácido encuentro entre el locutor y uno de sus asistentes de escena, la carpeta roja y la acostumbrada obra que va fuera de programa (que todos esperamos y aplaudimos) entre tantos otros detalles.
Desde tan cerca se apreciaban cansados, sus voces también a veces demostraban el paso de los años aunque su histrionismo está intacto. La creatividad que inunda el escenario a veces permitía oír entre el público expresiones de incredulidad. Daban ganas de saber dónde está el libro del cual rescatan todo lo que dicen. Qué bien hace no reconocer ninguna parte de las obras en eventos anteriores o artistas diferentes.
Es una verdadera clase de nuestro idioma, nadie se puede descuidar, no se puede distraer la atención, en algunos momentos podría percibirse que ellos actúan hasta las comas, los dos puntos, en fin. Un sólo movimiento de cabeza puede resolver una situación y hacer que creamos que están insanos. Tratar de tomar una fotografía era dejar de entender parte de un diálogo o la letra de una canción.
Sobriedad, elegancia, picardía y por sobre todo una calidad musical innegable acompañan a todos los atributos que he intentado describir.
Un show redondo, inteligente (no porque lo diga yo), no muy favorecido por la acústica del recinto, pero que sin embargo lleva la marca Les Luthiers y carga con merecido relajo el peso de su propia historia.
Foto: yo, ja.

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