miércoles, 14 de mayo de 2008

50 años atrás


Las vueltas de la vida. Los ciclos del hombre. Cualquiera sea la hipótesis, ya no hay duda que el planeta es casi redondo y que, para amargura de muchos, gira.
Como buen admirador del genial trabajo que hizo don Renzo Pecchenino, demostrado históricamente en su legado, tengo en mi poder una de las tantas publicaciones que hizo, al menos en vida, este bachiche transformado en porteño. Uno de sus tantos aciertos, me sirvió para hacer una analogía con un detalle que seguramente el vivió y que, sin duda, ya hubiese plasmado en alguna de sus características acuarelas.
En lo que podría ser la página 16 de los “Apuntes porteños” de Lukas (las páginas deliberadamente no están numeradas), aparece la caricatura que adjunto. En ella, el primero de los dibujos muestra a una pareja de habitantes del puerto, de muchos siglos atrás, obviamente con muy escasos trapos cubriendo su cuerpo. Abajo, una pareja en la misma posición, pero en los años 70 (década de la edición del libro), vestida con diminutos trajes de baño. Entre ambos croquis se lee lo siguiente: “Pobres indios... vestidos de pellejos”.
Vamos a dibujar mentalmente a los jóvenes de los años 50. jóvenes de corbata, pantalones anchos y con el cinturón más arriba del ombligo. Una impecable camisa blanca, un cabello muy corto peinado perfectamente a la gomina (gomina de verdad, no gel) y probablemente una elegante bicicleta o un despampanante Ford (de verdad, no como los de ahora) en el mejor de los casos.
Teniendo claro al personaje, consideremos que la televisión, que si bien es cierto se inició a fines de los 50 acá en mi tierra natal, se consolidó como medio de comunicación recién con el mundial de fútbol de 1962, que se hizo en Chile por si alguna pokemona no lo sabe. A raíz de esto y antes de la masificación de la televisión, el único medio que acompañaba a la gente en los trabajos, en sus casas y que tenía un impacto en la sociedad muy fuerte, era la radio. Si no me creen pregúntenle a Orson Wells, a ver que ocurrió con su genial idea de imaginar una visita extraterrestre y contarla por la radio, allá en los estados juntos.
Con la importancia que tenía la radio, que por cierto ya venía de muchas décadas atrás, el gran invento que me motiva a escribir es la radio portátil. La mismísima radio a pilas, esa que aún muchos ex jóvenes llevan, haciendo un gran esfuerzo físico al estadio tal como lo hacían en los 50. Ese invento que eliminó los tubos y permitió viajar con la radio, que en algunos casos podía escucharse con un audífono puesto en la oreja (en sólo una oreja) y que muchos jóvenes portaban, probablemente caminando por la calle o en alguna plaza compartiendo música, noticias o el mismo fútbol, ahora ha renacido.
Los jóvenes de hoy, los jóvenes de pantalones caídos, calzoncillos (o boxers) a la vista, muy delgados, algunos más osados con pantalones anchos, cadenas baratas, gorros, inmensas zapatillas entre otros detalles que casi todos sabemos pues los vemos a diario, han reflotado esta costumbre. Así como las vueltas de la vida, cincuenta años después, los cabros andan por la calle con sus radios portátiles en la oreja. No son los mp3, ni los mp4. son sus propios celulares. El tema es cuál suena más fuerte, cuál tiene más capacidad para almacenar mp3, qué sé yo. Ese es el tema para ellos.
El tema para mi es cómo se repite la historia. Como la juventud, así como tantas otras cosas, es cíclica. Tal como una juventud años atrás disfrutaba mientras los integrantes de The Who rompían sus instrumentos, en los años 90 otros jóvenes disfrutaban lo mismo viendo como hacían eso los locos de Nirvana. Todo vuelve. “...Que al mundo nada le importa yira, yira...” ,”... todo da vueltas como una gran pelota...”, así lo ven un par de músicos argentinos de diferentes generaciones.
La radio portátil, ese gran invento, aun se puede ver en los hombros de la juventud de hoy, sólo que ahora se llama “celular”. Si no tienes uno con mp3 (como yo) estás mal. Así que como yo estoy mal, sigo leyendo los Apuntes Porteños, uno de los mejores retratos del puerto, en donde Lukas se dio cuenta antes que yo naciera, de cómo el mundo gira y fue capaz de mostrarlo en una simple caricatura, un simple croquis. Imagino a Lukas con su radio en la oreja.

P.S: la idea original es de Alexis Romanf, mi papá.

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