lunes, 1 de marzo de 2010

EL TSUNAMI QUE NO FUE

Caminaba tranquilo hacia una panadería a comprar pan para improvisar un almuerzo, pero no porque no hubiese que comer, sino que solamente por flojera.

Mientras en mi canasto echaba unas hallullas, un tipo ingresa a la panadería diciendo no con mucha calma, que en quince minutos más el mar se subiría. Aclaro que esto fue en la calle Las Heras, pleno centro del puerto. El caos se apoderó del local, fui a pagar el pan, la cajera muy nerviosa me dio el vuelto rápido como para que yo me fuera de ahí pronto. En ese momento, una de las niñas lloraba desconsolada pidiendo que le facilitaran llamar a un familiar para que subiera (el tema era subir, no importa dónde), mientras otra, tan o más desesperada, se colgaba de la cortina tratando de cerrar el negocio por sus medios anunciando que se iba, que no le importaba nada.

Renunciando ya a seguir comprando algo más, para juntar con el pan en el “almuerzo”, volvía a mi casa creyendo la información y en alguna medida víctima del pánico. En un abrupto cambio de planes me dirigí a una comisaría cercana, mientras consultaba y me negaban cualquier novedad respecto a un próximo tsunami, el dueño de la panadería donde había estado aparecía detrás mío acompañado de una de las alarmadas empleadas. Carabineros le daba la misma respuesta que a mi. Tranquilo yo y tranquilo él, salimos del recinto policial. En ese trayecto, volví a caminar en dirección al supermercado y pude ver al caballero abriendo nuevamente las cortinas de su negocio y seguramente, informando a sus desesperadas trabajadoras. Todo parecía tranquilo, pero las personas miraban con un rostro de desconfianza hacia todas direcciones, como esperando que la bomba noticiosa reviente para largarse a correr hacia el cerro.

El supermercado lucía algo más oscuro que de costumbre, la desconfianza se respiraba. Tomé una bandeja de carne molida, y con mucho esfuerzo, pues no quedaban casi, un par de botellas de agua mineral sin gas. Las colas en las cajas eran largas, pero yo estaba tranquilo, sólo tenía que esperar.

De pronto escucho voces que gritan: “¡tsunami!, ¡tsunami!, ¡en media hora se sale el mar!”.

Me confundí, pero más me preocupó la cara de algunas personas, sobre todo mujeres. Comenzaron a llorar y a correr, vi cómo dejaban todo botado en caja y salían corriendo del local. Yo trataba de buscar una respuesta oficial, sin desesperarme ni moverme de mi lugar. La cajera que yo esperaba me miró y dijo algo así como “voy a cerrar no más”. Aun así yo quería pagar la carne y las bebidas, pero en plena indecisión, llegó la información que buscaba y así fue como escuché por los parlantes del supermercado: “...a nuestros señores clientes se les informa que deben hacer abandono del supermercado...”. Una voz masculina con inquietante tranquilidad y serenidad, nos decía que nos fuéramos de ahí, como si estuviera ofreciéndonos un chocolate. La respuesta no fue un alivio.

Una estampida de personas, entre las que me incluyo obviamente, salió del local, algunos sin llevarse nada y dejando todo ahí, como lo hice yo, y otros llevándose algo y saliendo por la entrada (sin pagar por cierto).

Cruzando la calle en actitud temeraria, entre vehículos, todos tratamos de buscar el cerro. Desde una micro detenida en Av. Pedro Montt, sus pasajeros miraban confundidos como corríamos, seguramente suponiendo lo que se venía.

Cuando ya trotaba en dirección a mi casa (a pie de cerro), un carabinero motorizado tocaba su bocina insistentemente, moviendo enérgicamente su brazo derecho en señal de un gigantesco “NO”. Cuando pasé por su lado me dijo (como a todos quienes tenía cerca) “no hay tsunami, falsa alarma, no pasará nada”. Casi paralelamente la institución desplegó vehículos policiales por el sector del centro, anunciando por megáfono que no hay noticias de tsunami, que se mantuviera la calma.

Mientras eso ocurría mi familia se comunicaba conmigo para preguntarme que ocurría pues por algunas radioemisoras y por televisión, se comentaba esta alarma y a la vez se desmentía.

Marqué el numero 137, de emergencias marítimas, allí me dijeron que no hay noticias, que no pasará nada. Así pude salir, conectarme a internet desde un ciber, como cualquier día domingo y allí pude leer en el portal del diario local La Estrella, que carabineros de la segunda comisaría había detenido al sujeto que había producido el pánico colectivo al interior de un supermercado. No sé si en el supermercado donde yo quería comprar, pero da igual, allí había estado yo. ¡Qué ganas de patearle el culo a ese hijo de perra!.

Yo pensaba que no me importaría lo que hicieran los demás, que mantendría la calma, pero es diferente cuando uno está ahí y todo el mundo corre...y uno no sabe que va a ocurrir...

Qué bueno que no pasó nada, ya está bueno de desgracias.

1 comentario:

Unknown dijo...

Creo que este tsunami falso ha sido la experiencia mas terrorífica que he vivido en mi vida... tu sabes que vivo en un edificio en plena avenida argentina... fue espantoso estar sentada frente a mi netbook y de pronto escuchar un grito ensordecedor de cientos de voces, bocinazos y frenadas bruscas... me asomé por la terraza y vi a cientos de seres correr despavoridos... comerciantes de la feria de las pulgas abandonar sus mercaderías a su suerte... madres aferrando a sus hijos mientras el alma se les salía en el intento de correr... me temblaron las piernas... pero mi razón me decía que no había sentido ningún temblor en ese rato, y por lo tanto no había nada como para crear este supuesto tsunami... llamé a la Sole, le pedí que averiguara algo en los canales de cable... bajé (por las escaleras... por si acaso!!) hacia la conserjería del edificio... y en el trayecto ví como vecinos evacuaban hasta con maletas!!! como ratas abandonando el barco... hay alguna información oficial?, pregunte... no, me contestó el conserje, la gente corre, así es que hay que correr... fue como una película... yo en el medio del lobby, mientras decenas pasaban a mi lado corriendo, y en mi mente la decisión de que la información no me convencía... decidí volver a mi depto, y quedarme ahí... temblando de terror, de no saber si cometía el peor (y último) error de mi vida... hasta que pasaron los autos de carabineros con altavoces diciendo que todo era una falsa alarma... lo juro amigo!!! es el miedo mas grande que he sentido en mi vida... y me asombro de que no opacara mi razón... pero la verdad es que no se si estar orgullosa de eso...