miércoles, 10 de marzo de 2010

HAPPY HOUR CHILQUINTA

Muchas son las secuelas que ha dejado el reciente terremoto en varias regiones de nuestro país. Dentro de las carencias más importantes, la suspensión de los suministros de agua y energía eléctrica han sido motivo de comentarios a todo nivel en Chilito.

Particularmente, en nuestra Quinta región, una de las consecuencias del movimiento de tierra fue una rotura en una tubería de aproximadamente 1,2 mt de diámetro. La reparación de ésta requería del corte casi total del servicio por parte de Esval, lo cual ha tenido ya por dos días a cuatro ciudades sin agua.

Aun cuando la electricidad ya se ha repuesto en casi toda la región, hubo un factor que nadie tenía considerado, menos la gente de Chilquinta, la empresa proveedora de la energía en Valparaíso. Ocurre que el terremoto dejó parcialmente dañado el edificio corporativo, ubicado en calle General Cruz, en el centro de la ciudad. Por fuera parece solamente estar afectado su revestimiento, pero la situación fotografiada deja en evidencia que su interior no es capaz de albergar personas, al menos no por el momento.

Claro, la foto muestra la disposición de dos contenedores, justo en frente del edificio, en cual se habilitaron dos o tres cajas recibidoras de pagos y un par de señoritas resolviendo los problemas, en lo que se denomina “atención al cliente”.

Se puede ver la preocupación del empresa por mantener el orden, en estas particulares condiciones. Así se puede observar en los cordones que dirigen los pasos de los clientes hacia sus destinos, la instalación de quitasoles en la eventualidad que el sol llegue a molestarlos y, por último, un par de promotoras distribuyendo globos azules desinflados con un eslogan de la empresa. En la foto no se ven las promotoras, pero sí puede apreciarse una señora en la fila inflando un globo para la niña que está a su lado.

Junto con eso, también había en su entrono una disimulada presencia policial, imagino yo que producto de la poca seguridad de las improvisadas cajas y por el bien del público.

La nota “freak” a mi parecer, es el interior de los contenedores. En el que alberga a las cajas, las señoritas que atienden se encontraban vestidas informalmente. Hasta cierto punto es comprensible, pues se vería mucho más raro que estuvieran con el uniforme de siempre en estas jaulas metálicas que poco tienen de formales oficinas. Lo curioso era el ambiente distendido que había en su interior. Un muy poco discreto volumen en la música de fondo hacía que las señoritas de las cuatro décadas sonrieran y se movieran sentadas en sus sillas, como si todo esto fuera un día de recreo en su trabajo.

Por un momento pensé que en algún rinconcito, entre el monitor del computador y la caja con dinero, podría haber escondido un vaso con un copetito, o el cenicero con los puchos.

Todo informal, como si se tratara del “día de los que no quieren trabajar pero que trabajan igual”.

Tan informal como la fila que yo tuve que hacer en la vía pública, para pagar mi cuenta, la que venía con un globo azul (para inflar) de regalo y la sonrisa obligada de la promotora. Mal.


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