miércoles, 17 de marzo de 2010

VERANO - OTOÑO

Y el verano se nos cayó de golpe. O nosotros nos caímos de golpe.
Estoy viendo la imagen de un verano que corría a 100 km/h cuando pensábamos que el carrete no terminaría jamás, salvo cuando los niños entraran a clases. Yo debería haberme acostado en mi cama uno de los primeros días del mes de Marzo, viendo el programa 3x3 de canal 13, que suele comenzar a eso de las seis de la mañana. Entonces ellos deberían haberme contado que las temperaturas estaban en descenso y que el Sábado que se avecina cambiamos la hora de nuestros relojes. Es en programas como esos en donde siempre veía a los escolares llenando las micros (usualmente de la capital de Chile), o a la gente con sus húmedos cabellos recién lavados corriendo a sus trabajos provistos siempre de maletines o carpetas. Esas imágenes provocaban que yo comenzara a ocultar los brazos bajo las frazadas al acostarme, el frío del otoño-invierno que estaba a la vuelta de la esquina se podía sentir a través de la pantalla. Ver a los conductores de algún matinal sirviéndose una taza que supuestamente contiene un rico y reponedor café y con un discurso netamente informativo más que farandulero y frívolo, me recordaba que las playas ya no eran tan atractivas y que el sol no me temperaría como lo hizo pocos días atrás.
Eso era antes.
Ahora, un Viernes de trabajo como muchos otros, con trabajo hecho y por hacer, dándome el gusto, como muchas veces, de saborear un trago sentado en una silla, alrededor de una mesa, en buena compañía y en un ambiente tranquilo como para cerrar la noche, al menos fuera de mi casa, se quedó de golpe guardado en mi mente y en las buenas ideas que pocas veces la acechan.
Después de que la camioneta en que me encontraba planificando el fin de mi Viernes se balanceara como una frágil carabela hecha de cáscara de nuez, que se atreve a cruzar el océano Atlántico, todo fue diferente.
En unos cuantos días, que para mi fueron solamente una jornada gigante, todo cambió.
El Sábado en el que debía despertar rápidamente, se transformó en el Sábado en que debía tratar de dormir algo. Ese día, que como siempre se encontraba dispuesto para ser el más agotador de la semana, me pilló sin nada que hacer y me adormeció sin poder terminar formalmente la era estival de la que tanto había usufructuado. Luego el noticiero del día Lunes, ese Lunes en que todos los niños de Chile debían comenzar su proceso educativo anual, no me mostraba al ministro de educación inaugurando el año escolar para la televisión.
Las cámaras de la Unidad Operativa de Control de Tránsito en Santiago, mostraban calles desiertas en la madrugada, minutos antes del amanecer oficial. Sin embargo, al salir el sol, la televisión mostraba un país que no estoy acostumbrado a ver.
Hubo un Chile durante esos días, que borró la gruesa línea que nos dibuja el sistema para separar el verano del otoño. La televisión, las calles de mi ciudad, la radio y hasta el propio suelo que pisaba, se encargaron de demostrarme que este año comenzó formalmente de manera informal. Si borráramos del calendario los números de los días, nadie sabría en qué momento se movió la tierra o Chile cambió de Presidente.
Yo sigo viendo televisión, casi todas las madrugadas y no encuentro en su programación inicial, algún indicio de esa gruesa línea que todos los años los Chilenos seguimos fielmente.
Se mezclan los uniformes con los alimentos no perecibles, los eventos a beneficio con los cahuines de los “pendejos-estrellas” de nuestra especial televisión. Los planes de un nuevo gobierno repetidos incansablemente en los medios se enredan con cortes de agua y electricidad que no tienen explicación. Lloran ante las cámaras familias que no tienen nada y, a su vez, otras personas están emprendiendo acciones judiciales con todos las facilidades económicas posibles para que alguien se haga responsable por sus pérdidas.
No recuerdo haber visto a Don Francisco alguna vez leyendo un cómputo en el mes de Febrero. No sé por qué Myriam Hernández llora cuando le implanta el tema “La fuerza del amor” a la causa, si al final dice “porque la fuerza del amor somos tu y yo”. Eso está bien. Creo. Pero he querido salir a trabajar y no he encontrado el espacio saludable espiritualmente, tampoco hallo ese matinal que me cobijaba y que me ponía un paraguas en mi cabeza cuando el verano se iba. He despertado un día y encontré que la presidenta había olvidado teñirse el cabello. Luego supe que en realidad se trataba del hombre que la sucedió en el cargo, que era de cabello cano.
He tratado de ordenar este verano. Perdón, he tratado de ordenar este otoño. Bueno, no sé qué es lo que he tratado de ordenar, pero algo no me cuadra.
Mi país no es el mismo.
Yo sigo bebiendo de la misma botella y generalmente en las mismas cantidades, creo que no he cambiado mucho, al menos mi rutina ha cambiado bastante más que yo.
No recuerdo dónde dejé guardado el verano, no recuerdo en qué instante me descuidé y me instalaron frente a un televisor de otro planeta. No entiendo cuál de todos los engranajes de esta máquina falló para que el tiempo se detuviera o avanzara más rápido.
Creo que prefiero ver a los chilenos quejándose de los precios de los uniformes, del alza del combustible y de los créditos de consumo que financiaron una olvidada navidad y un impensable año nuevo. Quiero ver a la gente en televisión haciendo largas filas para pagar sus cuentas. Prefiero ver un asalto diario a una farmacia que a mi país abatido por un planeta entero que no deja de incomodarnos.
Quiero despertar un día y ver que esto no ha pasado. Quiero que el frío, los paraguas, el cambio de hora y las crudas noticias cotidianas me vuelvan a la realidad, esa realidad que es horrible, pero que no es comparable con lo que veo.
Hubiese terminado mi verano antes, quizás lo hubiese pasado por alto, si hubiese sabido que podría haberse evitado de alguna forma este desastre.
Aun así, no me cuadra, no puedo creer que estemos a mediados de Marzo y hay miles de niños que no entran a clases. Las noticias son diferentes y nadie me ha avisado que pronto hará frío. Las cabezas están en otra parte pero los corazones siguen donde mismo, y yo tendré que ocultar mis brazos al acostarme sólo cuando sienta frío y no cuando supuestamente lo tenía pensado.
En verdad, no lo tenía ni pensado.
Tengo suerte de poder elegir cuando abrigarme.
No quiero seguir escribiendo.
Se acabó el verano y la estación que sigue se llama Chile.

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