lunes, 27 de octubre de 2008

PORCENTAJE INUTIL


Salgo de mi casa y lo primero que veo, desde hace ya al menos un año, una tapa de cauce al medio de la calle, originalmente de madera, que ya esta rota, sólo queda la mitad de ella. Por el orificio que deja, yo paso cómodamente hacia el subsuelo. Cabe una rueda entera de vehículo o un par de niños. Ahí está.
Camino hacia la esquina y aun no reponen la señalización que indicaba el nombre de mi calle y que ya mostré antes en fotografías el día que estaba en el suelo partida por la mitad (Letrero roto).
Justo ahí, en esa esquina, los receptáculos de basura son sólo dos. Antes eran cuatro y, según me dijo el señor del camión basurero, se habían llevado algunos para las ramadas el fin de semana del 18, y me dijo que volverían. No están, y los que están se encuentran en muy malas condiciones.
Más abajo, ya cerca de calle Pedro Montt, alguien me pide monedas. Sin hacer mucho caso, continúo mi camino cuando pasa raudo por mi lado un niño. La gente lo sigue con la mirada, lo cual me hace creer que ha robado algo.
En la puerta de un negocio veo a un joven que se destaca por su zapatillas, escribiendo algo en un disco compacto, parecer ser el nombre de alguna película o un juego. Cuando doy vuelta la esquina, me cuesta avanzar sin pisar las alfombras de fotografías de carátulas de juegos y películas que están a la venta. Entonces, en un ejercicio muy sencillo, descubro que el disco que el joven estaba escribiendo metros atrás, estaba vacío, pero estaba vendido ya.
Siento algunos silbidos entre algunos vendedores de discos y gente que no vende nada, que sólo está ahí. Luego ya no hay nada, ni alfombras ni nada. Es que ha pasado un vehículo policial.
Cruzando Pedro Montt, afuera del Lider Express, me vuelven a pedir dinero, esta vez, los fanáticos incondicionales de Santiago Wanderers que pretenden pagar su entrada al estadio. No entiendo esa idea si para ver a los caturros, sólo hay que sobrepasar la alambrada y tener cuidado de no pisar las bostas de los caballos y saber huir de los perros. Tampoco hago caso. Al salir por calle Las Heras, cuento al menos quince muchachos y muchachas vestidos con ropas ajustadas y con el cabello de colores. Entre cadenas y unas cajas de vino que comparten todos, los ebrios jóvenes me piden dinero. “No tengo”, murmullo ya de mala gana.
Hacia la calle Condell, a la altura de la Plaza Victoria, las micros y los colectivos se adelantan y cruzan provocando un espectáculo que, quienes esperamos la luz verde para cruzar, presenciamos resignados. Se nota desde lejos que ese tramo tan central y concurrido de la calle, se encuentra en pésimas condiciones.
En el resto de la calle Condell, al menos de día, no pasa nada.
En su esquina con calle Bellavista, veo unos niños con las manos en los bolsillos, afuera de la farmacia Cruz Verde, mirando a la gente que pasa, sus bolsos y pertenencias. Cruzan la calle de ida y vuelta, sin motivo aparente. Pasa un joven ebrio o drogado que repentinamente me saluda con su mano y mientras trato de entenderlo o reconocerlo, sigue su camino hablando solo.
Caminando más hacia el puerto veo esos camiones amarillos con sus luces de emergencia prendidas. Se trata de una de estas empresas que acarrean dinero, las que tienen todas las licencias para estacionarse donde sea y a la hora que sea en las dos calles mas estrechas que debe tener el centro de Valparaíso: Esmeralda y Prat. Estas heroicas y marítimas arterias se ven abruptamente contaminadas en su espacio con estos transportadores de valores. No me molestaría tanto si no hubiese visto, a la vuelta en calle Urriola, a un policía motorizado cursando una infracción a un particular que se encontraba detenido con las mismas luces de emergencia encendidas. Obviamente el conductor trataba infructuosamente de evitar la sanción. No entendí por qué el camión amarillo seguía ahí. ¿Tendrán algún permiso especial? ¿No será una insólita coincidencia que los trabajadores y conductores de estas empresas de trasporte de valores, sean uniformados retirados?
Ya en la Plaza Sotomayor, veo a un bus de turistas estacionado frente al monumento a los héroes de Iquique. Del bus bajan muchos extranjeros, lo que no parece raro si no fuera por un grupo de carabineros que tiene que estar custodiándolos a cada momento, mientras sacan fotografías con sus cámaras gigantes. Esta debe ser la tentación de muchos de los niños que merodean el lugar.
Pasaron muchas cosas en muy poco tiempo.
Mis calles, los que quieren mi dinero, la tranquilidad de mi barrio, los lanzas, la basura, el comercio ambulante, la distribución de la actividad policial, los rayados en las paredes, los estafadores de los discos, la pavimentación de las calles, las peleas afuera de los bares, la destrucción de mi ciudad cuando hay marchas, en fin, todo esto junto a tantas otras cosas que no he mencionado, mantienen mi atención día a día. Esas son las cosas que nosotros vemos a diario. Yo tengo que pensar en mi ciudad, en lo que se puede y no se puede hacer a todo nivel. Es importante lo que pasa a escala país y a escala ciudad, pero también hay que pensar en la escala humana, en el espacio que todos vivimos, en el desnivel de la acera que puede hacer que yo me fracture un pié. Hay que tener la mente en muchos detalles cuando pienso en una autoridad para mi ciudad.
Cuando estoy pensando en eso, la televisión y su increíble despliegue periodístico me bombardean con números. ¿Números?
Traté de ver lo que más pude, traté de sacar cuentas, no pude. El gobierno me dice que el pacto y sus subpactos obtuvo un cierto porcentaje de la votación del país. Veo y escucho y no entiendo si mi candidato es o no alcalde. Me llenan la cabeza con porcentajes que no resuelven mi duda. Porcentajes que no pavimentan las calles ni reparan la tapa que esta afuera de mi casa. Escucho tantos términos raros: descolgados, Chile limpio, subpacto, 4 a 0 (como partido de fútbol), Piñera, Los Venegas, el PRI, cuentas alegres, presidenciables, deber cívico, derecho cívico, voto asistido, concejal transexual, etcétera.
Nada de eso resuelve los problemas de mi ciudad. La televisión piensa en las consecuencias políticas de la elección y si eso ayuda o no a los futuros candidatos a la presidencia del país, pero yo necesito que resuelvan las cosas de mi ciudad.
Me entretengo viendo como cada personaje televisivo tiene su notebook y lee resultados y usa su calculadora y muestra un gráfico y... y eso a mi no me sirve.
No quiero números, no quiero gráficos ni porcentajes, quiero que no me asalten y que no quemen los basureros plásticos. ¿Funcionará?, aun quiero creer eso. Quiero creer que aun quiero creer eso.

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