miércoles, 6 de octubre de 2010

¿CARNAVAL DE LOS MIL QUÉ...?



Caminando el sábado por la noche, ya entrada la madrugada del domingo, hacia el sector de ”Bellavista” en Valparaíso, me encontré con una cantidad de uniformados que no veía hace mucho tiempo. El carro lanza-agua, el bus que generalmente trasporta a los detenidos, el clásico “zorrillo” y una cantidad sorprendente de Carabineros de infantería poblaban en exceso el sector, usualmente cubierto de personas que buscan dónde pasarlo bien.
Más allá de lo curioso que me pareció, seguí mi rumbo, aunque pude notar que el bus verde ya contenía en su interior a varios pasajeros. Habían jóvenes dialogando con la policía, pero en general el ambiente era tranquilo.
Entendiendo que no podía esperar tanta locura y ebriedad como en otras ocasiones en el sector, no logré comprender qué había ocurrido o si algo estaba por ocurrir.
Desde mi cerveza en el bar Salvador, arriba en la Subida Ecuador, no advertí mayor movimiento que me hiciera pensar en todo el despliegue policial que había más abajo, sin embargo escuché rumores acerca de lo que supuestamente había pasado. Se acabó mi noche ahí, de vuelta caminando hacia mi casa como un niño bueno, la policía seguía en su lugar, seguramente esperando la hora del cierre de los locales y así desalojar el sector.
No fue hasta hoy domingo, que me enteré de lo que realmente había ocurrido y lo que, por cierto, explicaba la sobrepoblación policial en mi ciudad a esa hora.
Sólo porque este blog no es material de lectura a nivel nacional, no pienso que los artífices de las actividades culturales en Valparaíso se desquitaron conmigo. Hace muy pocos días, en mi nota sobre el actor Pablo Schwartz, expresé mi desagrado para con estas manifestaciones culturales que, según mi visión, no tienen ningún sustento.
Casi como una muestra de desagravio, se realizó en el puerto la fiesta de los “mil tambores”. De paso incluyó según sé algo así como cuerpos pintados, que no es otra cosa que mujeres con sus pechos coloreados, quizás, con alguna buena intención pero con muy poca proposición.
Aunque reconozco que no vi personalmente su desarrollo, ni el famoso “pasacalles” que acompaña a las actividades supuestamente culturales en Valparaíso, no creo que me sorprendiera ver aglomeraciones en las botillerías o jóvenes vendiendo cerveza en las calles con el relajo con que lo haría el más digno heladero en su labor.
Al parecer, tal como ocurrió el verano pasado con los mal llamados “Carnavales Culturales”, la actividad artística, derivó en una gigantesca licencia para beber alcohol en la vía pública, además del permiso municipal para destruir material público y privado en nuestras calles.
Me parece suficiente la descarga energía que implica golpear tantos tambores o caminar algunos kilómetros mostrando “artes”, como para que además, el alcohol mezclado con la cultura, lleve a los jóvenes a destrozar ventanales, saquear tiendas o romper semáforos o quemar contenedores de basura.
También supe que en la Municipalidad porteña, están considerando seriamente terminar con estas manifestaciones masivas gratuitas.
En este caso, debo agachar mi cabeza, sentir vergüenza por lo que estas personas hacen a mi ciudad y además, reconocer que lamentablemente es una buena idea.
Si la cultura y el arte implican destrozar, yo no quiero ser artista. Mi trabajo es otro. Yo tengo que hacer pasar un buen momento a la gente que está en un lugar bebiendo alcohol. Pero esas personas no destrozan el sitio donde están y, al mismo tiempo, agradecen lo que los músicos hacemos y lo retribuyen con aplausos o comentarios.
Lo siento por la cultura del puerto. Lo siento por la gente que no tiene posibilidades de ver espectáculos y la Municipalidad se los regala. Lo siento por algunos artistas de verdad que, probablemente, se entreguen a este proyecto genuinamente y con las buenas intenciones, sin quizás dimensionar hasta que punto, la juventud usa estos momentos para descargar su rabia, basada tal vez en problemas que ni el arte ni la ciudad le ocasionan.
Espero que se supriman este tipo de cosas, al menos en esta ciudad.
Sin duda que los comentarios posteriores irán en contra de Carabineros y su actuar. Siempre es así. Siempre los que se cubren la cara son santas palomas y los pacos son los malos. Ni me importa. Que esto se acabe pronto.
Hay formas de regalar espectáculos a la gente, en recintos cerrados, gratis pero con control. Me importa muy poco los pechos de las minas pintados y saltando al ritmo de tambores que ni siquiera tocan ritmos que nos pertenecen. Me importa muy poco la cultura que los jóvenes están trabajando acá. No porque sea mala, si no por lo que provoca.
Ese no es el camino. No es necesario embriagarse para contar que la movida cultural en Valparaíso esta andando sobre ruedas, menos cuando acerca de la noche anterior nadie se acuerda de dónde terminó bebiendo, o qué terminó haciendo.
Lo siento también por los dueños de las botillerías.
Que alguien detenga esta cultura de pacotilla que ensucia mi ciudad. Y a los artistas, o a quienes crean que lo son, busquen otro lugar para generar estos efectos “sociales”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te faltò un "de"